La magia (3/3)

Esta es la historia de Alberto y Juana, un deportista incipiente y una entrenadora comprometida con su trabajo

Fitness Redacción

A tres semanas de haber iniciado su nuevo estilo de vida, Alberto comenzó a ver cambios en su cuerpo. Tal como se lo advirtieron, las primeras semanas fueron sorprendentes, pues como no había hecho tanto ejercicio y nunca se había puesto a comer debidamente su cuerpo respondió al cambio, y bajó cinco kilos de peso en tres semanas. Su nutriólogo le dijo que quizá era mucho, porque bajar un kilo de peso por semana era correcto, pero más de uno no era tan recomendable y quizá se debió al cambio tan radical que Alberto tenía. 

Por supuesto que Alberto se sentía feliz. Juana lo felicitó y lo alentó a que continuara con su rutina. Pasó una semana más y Alberto mantenía su dieta y rutinas de ejercicio. Juana le hizo algunos ajustes a su entrenamiento para que él no se aburriera; le daba consejos de cómo hacer correctamente los ejercicios, pero también le exigía comer bien, todo lo que el nutriólogo le dio, además de descansar lo suficientes, pues su cuerpo necesitaba recuperarse de la actividad cotidiana. 

Alberto dormía de 5 a 6 horas diarias, y Juana le recomendó que durmiera al menos 7 horas, pues era el tiempo necesario para que su cuerpo recuperara energías y ayudara a regenerar los tejidos que el ejercicio podía haber dañado. Si no podía dormir las 7 horas seguidas, le recomendó echarse una siesta de al menos 30 minutos, eso también le ayudaría a su cuerpo. 

También lo obligaba a tomar mucho agua y cuando los entrenamientos eran fuertes incluso le pedía que tomara bebidas rehidratantes, especiales para deportistas, para recuperar más fácilmente los minerales que había perdido. Eso sí, le dijo que el agua, para el nivel de entrenamiento que él tenía, era suficiente para no deshidratarse.

Juana se emocionaba con los avances de Alberto, incluso cuando él llegaba y le contaba que su nutriólogo lo había felicitado por lo bien que estaba siguiendo su nueva dieta, incluso le confesó a Juana que él tenía mucho miedo de las dietas y ella le dijo que mucha gente se espanta, porque no entiende que dieta en sí no es dejar de comer. Le explicó que la dieta no era una prohibición, sino la manera correcta de llamarle a la forma en que alguien se alimenta, incluso una persona que come muchas garnachas o comida chatarra se podía decir que tiene una “dieta”, muy mala, pero dieta al fin. 

Pasaron tres meses y Alberto ya había bajo tres kilos más. No podía creer que las primeras semanas perdiera tantos kilos y de pronto en tres meses bajara menos. No era lógico, seguro algo estaba haciendo mal. Le preguntó a Juana qué sucedía y ella le dijo que era normal, que su cuerpo comenzaba a acostumbrarse a la nueva dieta y que evidentemente le costaría más trabajo perder kilos de peso, lo cual no era malo. 

Adán también le explicó a Alberto que su metabolismo cambiaría más todavía, pero que su cuerpo ya estaba acostumbrándose al nuevo estilo de vida, que seguiría bajando de peso, pero con más lentitud, incluso le dijo podría bajar un kilo hasta dos semanas o más. Alberto le pidió entonces que le cambiara la dieta, pero Adán se negó. Le dijo que no podía hacerlo, porque su dieta estaba equilibrada de acuerdo a sus rutinas, tanto de trabajo, como en el hogar y el gimnasio. 

Un poco decepcionado, Alberto fue con Juana y le dijo que le cambiara su rutina, porque él quería bajar pronto los kilos que le sobraban. Ella le dijo que su rutina era correcta, que no podía forzar su cuerpo más de lo debido. Aunque le hizo algunos ajustes a sus tiempos de trabajo aeróbico y anaeróbico, para que Alberto sudara un poco más y quizá creyera que estaba bajando más rápido de peso. 

Dos semanas después Alberto le dijo a Juana que quizá las cosas no estaban bien, pues había perdido apenas ¡500 gramos! Ella le explicó que lo importante era cómo su cuerpo se iba adaptando a un nuevo estilo de vida, que se tranquilizara. Él se veía algo desesperado, como si quisiera quitarse los kilos sobrantes en un instante, lo cual no podía ser. Juana lo confrontó. ¿Cómo quieres tener un buen cuerpo en poco tiempo si toda tu vida lo has descuidado? El proceso de recuperación de tu organismo lleva tiempo y si te desesperas no lograrás tus objetivos. Tienes que ser conciente de la vida que has llevado y la forma en que has cuidado tu cuerpo. Dale tiempo. 

Alberto se molestó un poco con Juana, creía que ella había sido muy agresiva con su observación y que quizá lo estaba juzgando. Se fue a su casa e intentó descansar; reflexionó en lo que le dijo Juana. Ella tenía razón. Tenía que darle tiempo a su cuerpo. 

Al día siguiente volvió al gimnasio, ya más animado. Le ofreció disculpas a Juana y continuó con su rutina que, por cierto, ese día cambiaría. Pensó en entonces: “Con una instructora como Juana seguro que logro mi objetivo”. 

Los meses pasaron y Alberto Alcanzó su objetivo más pronto de lo que pensó. En su trabajo se asombraron del cambio tan positivo no sólo en su aspecto físico sino en su estado anímico. Alberto casi siempre sonreía y se mostraba animoso para hacer las cosas. 

Entendió que un cambio de estilo de vida no era tan complicado si se tiene perseverancia y, claro, una buena guía.

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