La magia (2/3)

Esta es la historia de Alberto y Juana, un deportista incipiente y una entrenadora comprometida con su trabajo

Fitness Redacción

El tercer consejo que Juana le dio a Alberto fue referente a su alimentación. Lo primero que tienes que dejar de comer es tantas calorías vacías, le dijo. Él se extrañó, evidentemente no entendía a qué se refería Juana. Ella le explicó que debía dejar de comer azúcares y carbohidratos que no le nutrieran, como golosinas, pastelillos, frituras, refrescos, y toda esa variedad de productos que, a decir de la propia Juana, a todos nos fascinan. 

Alberto entendió entonces que las cosas para él se complicarían y que debería dejar de desayunar esos pastelillos del patito que tanto le gustaban, además de dejar de comer tantos tacos con tortillas sancochadas, incluso dejar de cenar tantos panes de dulce y chocolate con leche entera. Quizá su mirada de desilusión hizo que Juana entendiera dónde estaba el principal problema de Alberto y le dio algunas sugerencias. 

Mira, le dijo en tono serio, tienes que aprender a comer bien. Te voy a dar el teléfono de un nutriólogo que te dará una dieta de acuerdo a tus características físicas y actividades. Yo podría darte una dieta, pero mis consejos son simplemente eso, consejos, no soy nutrióloga, para lograr tus objetivos tienes aplicarte, así que ve con este especialista y verás que, combinado con todo lo que haremos de tus rutinas de ejercicio, lograrás tus objetivos. 

Al pobre de Alberto las cosas ya no le estaban saliendo como él deseaba, porque en realidad entre sus planes no estaba precisamente dejar de comer, como él creía que sucedería. 

Juana intentó animarlo, le dijo que fuera con el nutriólogo y si quería después revisarían juntos su propia dieta, eso animó un poco a Alberto, pero sólo un poco. 

Lo que no sabía era que su alimentación daría un giro quizá más interesante. 

Adán, el nutriólogo con la que Alberto fue lo trató de maravilla. Le dio la confianza suficiente para que Alberto entendiera la necesidad de cambiar su alimentación, sobre todo para alcanzar el objetivo que se había propuesto. 

Lo pesaron, lo midieron, calcularon sus niveles de grasa... ah, pero todo después de preguntarle sobre sus actividades y qué comía todos los días.

Resulta que el pobre de Alberto nunca desayunaba, así que antes de la hora de la comida ya tenía un hambre atroz, que no lo dejaba trabajar, y se iba a comprar unos chicharrones, papas o pastelillos; luego comía mucho, necesitaba algo que lo llenara, pero la pesadez bajaba su rendimiento laboral por las tardes. Ya casi al salir de trabajar, Alberto volvía a los chicharrones o galletas, o si iba a tomar un café con algunos amigos se comía un buen trozo de pastel, y llegaba a cenar algo ligero a su casa, bueno eso decía él, pero en realidad se tomaba un licuado de leche entera con plátano y chocolate, y se hacía un sándwich de jamón con mucha mayonesa, y unas galletas para acompañar su licuado. Se sentaba un poco a ver la televisión y luego se iba a dormir, con todas esas calorías encima.

Adán decidió darle una dieta no muy pesada a Alberto, para que no sintiera el inicio de su nuevo estilo de vida. Por principio de cuentas le dijo que dejara de comer chicharrones y pastelillos, y aunque no había mencionado nada  de refrescos, le sugirió que los evitara. Eso sí, le exigió que desayunara aunque fuera una manzana o una barra de granola con un yogur natural.

Para antes de comer, Alberto ya tenía que haber tomado al menos litro y medio de agua, y si tenía hambre podía comer otra fruta, incluso plátano, que tanto le gustaba en licuados. En la comida debía incluir consomé o sopa de verduras, alguna ensalada con carne asada, o guisados que contuvieran poca grasa, los empanizados o capeados ni pensarlo. Tomar agua de frutas si quería o un refresco de dieta. 

Conforme se acercaba la noche, Alberto tenía prohibido comer demasiados carbohidratos y grasas, lo mejor era ingerir alimentos ligeros, como pan tostado, mermeladas bajas en azúcar, leche descremada, frutas, en fin que su dieta tenía que cambiar. 

El nutriólogo le explicó a Adán que su metabolismo cambiaría poco a poco y que quizá las primeras semanas bajaría varios kilos de peso, lo que no le dijo es que al paso de esa etapa llegar al peso que él deseaba podía volverse más complicado.... tanto o más como el comienzo de su dieta, en la cual se daba, en los primeros días, “unos permisos” para ingerir un chicharroncito o un pastelillo, pero poco a poco dejó de lado esos permisos, sobre todo cuando se dio cuenta de que, combinado con el ejercicio que hacía, su peso comenzaba a reducirse.

Parte 3

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