La actividad física,
 sus beneficios y usted
 
(tercera de tres partes)

Diabetes

Nos referimos principalmente a la paciente con diabetes tipo 2. Tres de cada cuatro personas diabéticas presentan un sobrepeso importante. La realización frecuente de actividad física ayuda no solamente a recuperar y mantener el peso adecuado, sino además, en el paciente diabético, disminuye tanto la glisemia como la insulinemia. Los mecanismos que provocan dichos efectos todavía no son muy bien conocidos, pero se puede decir que el ejercicio aeróbico practicado regularmente aumenta de forma duradera los receptores celulares de insulina (estos son algo así como la cerradura de la puerta que abre la llave insulina) facilitando la entrada de glucosa y disminuyendo tanto la hiperglucemia como la hiperinsulinemia. Si además el ejercicio aeróbico se acompaña de un entrenamiento con pesas y provoca, por lo tanto, un incremento en la masa muscular, la cantidad de glucosa captada por el músculo aumenta también, permitiendo valores de glucemia más estables. Por otro lado, se ha observado, que la sensibilidad a la insulina (menos insulina necesaria para hacer el mismo trabajo) está directamente relacionada con la masas muscular e inversamente con la grasa corporal. 

¿Cualquier tipo de ejercicio es conveniente para la persona diabética?

Casi todos, pero los más recomendables son los que pueden practicarse sin riesgo e incrementando, día a día, la condición física. Nos referimos principalmente a ejercicios de tipo aeróbico como la caminata, el ciclismo de montaña, la natación o el baile. Estos ejercicios pueden llevarse a cabo en la medida en que sea posible, por aquellos pacientes que además del desequilibrio en la regulación glucídica, presentan otras complicaciones. El diabético bien equilibrado puede practicar, además de los anteriores, otros deportes que requieren  de un mayor esfuerzo físico, como son el tenis, el atletismo, el canotaje, el veleo, los deportes de equipo (basquetbol, fútbol) y las artes marciales. Estas actividades, pueden ser llevadas a niveles competitivos con sus debidas consideraciones.

Como se ha mencionado, casi todos los deportes pueden ser practicados por la persona diabética; sin embargo, se recomienda evitar los que favorecen la hipoglucemia que puede poner en peligro la vida del paciente. La reacción hipoglucemia se presenta como respuesta a la gran necesidad de energía provocada por el esfuerzo físico prolongado e intenso, y se hace más patente cuando el paciente no ingiere una cantidad adecuada de hidratos de carbono. Entre estos deportes se encuentran los siguientes: el buceo, el box, el alpinismo, la práctica en solitario del veleo o de la natación en el mar o en los lagos, las carreras de autos o de moto y el paracaidismo.

La diabetes tipo 2 permite una vida normal. La actividad física aunada a una alimentación adecuada es la clave.

En el caso de la persona diabética dependiente de insulina tipo I, la práctica deportiva es igualmente recomendable, pero es necesario tener en cuenta la administración de la dosis de insulina adecuadas para el gasto energético y para la dieta. El paciente diabético insulinodependiente que logra conocer perfectamente  sus requerimientos tanto de energía (alimentos) como de insulina, puede planear su actividad física tal como lo haría una persona sana

Osteoporosis 

Se presenta principalmente en la mujer (80 % del total de los casos) y en el adulto mayor. En la mujer aparece generalmente al llegar a la menopausia y su efecto es más patente en quienes, durante su vida, ha consumido poco calcio y han optado por el sedimentario. En el adulto mayor, la Osteoporosis se presenta naturalmente como resultado del paso del tiempo. Un organismo joven construye más masa ósea de la que pierde, entonces crece; pero este efecto se va invirtiendo  con la edad y el adulto deja de crecer para después volverse más pequeño. ¿ Existe alguna forma de detener este proceso? Aunque no lo detiene por completo, el ejercicio puede modificarlo, hacerlo más lento.

Tanto el ejercicio aeróbico (caminar, trotar, subir escaleras, bailar) como el levantamiento de pesas) pesos medianos, entre 8 a 10 repeticiones) son recomendables. No se debe  tener miedo a fracturas, a desgarramiento muscular, a una fatiga prematura. Combinado adecuadamente estos dos tipos de ejercicio sólo se podrá obtener más salud, libertad, fuerza, y ganas de moverse.

Entre más pronto se inicie un programa de ejercicio, el efecto preventivo será mayor. En la mujer, los tratamientos hormonales, la alimentación correcta y la realización de actividad física regular le ayudarán a iniciar más fácilmente la menopausia. Los estudios hechos con mujeres posmenopáusicas  ha demostrado que la realización de dos a tres sesiones de levantamiento de pesas por semana durante un año incrementan la densidad ósea entre I y 3% mientras que las mujeres sedentarias  presentan una pérdida de densidad de hasta el 3%. El movimiento atrae al movimiento. La fatiga es producto del sedimentario y éste trae debilidad. Los huesos se van haciendo débiles sin avisar; es sólo cuando se rompen que nos damos cuenta de su fragilidad. ¿Por qué esperar?

Si lo visto anteriormente no convence aún a la persona que goza de buena salud del efecto preventivo del ejercicio, se pueden dar otras razones. Cada uno de nosotros nace con un determinado “ capital de salud”. Si se invierte bien en él, crecerá aumentando las posibilidades de vivir una vida suficientemente larga y buena; si no se le cuida durará menos que el de aquellos que iniciaron con poco. El ejercicio tiene un efecto retardador tanto  sobre  los factores de riesgo de las enfermedades crónicas, como sobre el envejecimiento. Al envejecer, nuestro organismo soporta menos los excesos alimentarios, ya que pierde tanto la capacidad de amortiguar la entrada de grandes cantidades de glucosa a la sangre (tolerancia a la glucosa), como la de mantener niveles iniciales de insulina bajos. De la misma forma, con el paso de los años el cuerpo necesita menos energía  para realizar sus funciones básicas, por lo que el desequilibrio entre la ingestión y la baja actividad física pueden traducirse en más grasa almacenada. Envejecer significa también perder capacidad de trabajo o capacidad aeróbica (cantidad máxima de oxígeno que se puede consumir), así como perder masa ósea. Si a lo anterior se suman los efectos acumulativos del estrés y de la mala alimentación sobre el trabajo diario del corazón, todos los cambios normales que trae consigo el paso del tiempo se aceleran.

Entonces ¿qué esperamos?. Cada día tenemos la oportunidad de empezar a movernos, no importa la edad, el estado de salud o el motivo, los compromisos o el peso . El control armonioso del cuerpo se puede obtener con menos esfuerzo si se encuentra la actividad que es conveniente. Esta actividad podrá cambiar con el tiempo, según cambiemos; conociendo nuestro cuerpo lo sabremos, pero para eso: hay que empezar. 

primera parte

Dra. Elizabeth Noriega
Investigadora Titular:
 Departamento de Nutrición Humana.
Centro de Investigación
en Alimentación y Desarrollo, A.C.
Fomento de Nutrición y Salud, A.C.
Cuadernos de Nutrición
5272-6207 / Fax: 5515-1939
cuadernos@fns.org.mx 

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