La actividad física,
 sus beneficios y usted
 
(segunda de tres partes)

Enfermedades Coronarias 

El ejercicio constante mejora el perfil lipídico ya que el colesterol total (CT) y los TG disminuyen, mientras que el colesterol HDL se incrementa. Se ha observado que el efecto del ejercicio es mayor cuando más altas son las concentraciones iniciales de estos compuestos. Entonces surge la pregunta: ¿cuánto ejercicio y de qué tipo de debe realizar para poder obtener estos beneficios? Los efectos del ejercicio aeróbico han sido lo más estudiados y por lo tanto las recomendaciones se inclinan a preferir este tipo de ejercicio como el ideal para tratar las enfermedades crónicas. Sin embargo, investigaciones recientes que apoyan la práctica del ejercicio anaeróbico (específicamente el realizado con pesas) como complemento indispensable de un programa tanto de prevención como de rehabilitación. Se ha observado que los perfiles lípidicos del corredor de distancia y del fisicoconstructivista son similares. El levantamiento de pesas recomendado es el que se realiza con pesos pequeños y muchas repeticiones acompañadas de periodos de descansos cortos. El levantamiento de pesos grandes con pocas repeticiones y periodos de descanso prolongado, como hacen los levantadores olímpicos, no produce los efectos positivos del ejercicio anaeróbico. En cuanto al ejercicio aeróbico, caminar, trotar o correr entre 10 a 15 km a la semana (de 20 a 30 minutos, 3 o 4 veces a la semana o el equivalente a 200 kcal por día), o bien, realizar ejercicios similares como la natación o el ciclismo, ayuda a mejorar el perfil lípidico. Si además se cambian gradualmente los hábitos sedentarios estacionando el coche más lejos, subiendo las escaleras o apurando el paso, el efecto positivo de la actividad física se incrementará y lo que es más importante: permanecerá.

Otro factor relacionado con la aparición de la enfermedad coronaria es la hipertensión arterial. Las investigaciones realizadas al respecto muestran que le ejercicio aeróbico de intensidad baja, moderada y alta, provocan una disminución de hasta 10 mmHg en la presión arterial. Durante mucho tiempo el levantamiento de pesas no se asoció con la prevención ni el tratamiento de la hipertensión, debido a que durante los levantamientos pesados se eleva la presión (hasta 400/300 mmHg). Sin embargo, recientemente se ha observado que la frecuencia cardiaca y la presión sanguínea son menores en los fisicoconstructivistas comparados con el sujeto sedentario y con algunos entrenados aeróbicamente. Esta disminución en la presión puede ser debida a reducción en la resistencia periférica o quizá ser el resultado de los cambios alimentarios y de comportamiento, frecuentemente asociados con la realización de un entrenamiento de este tipo. Un recordatorio para quienes frecuentan los gimnasios: el sobreentrenamiento, la excesiva ganancia de peso(aunque sea músculo) y el uso de andrógenos (anabólicos) provocan incremento en la presión arterial. Este incremento no se detecta inmediatamente, es silencioso. No vale la pena arriesgar. En lo que se refiere a las personas que presentan presiones arteriales mayores a 180/105, se les recomienda seguir un programa de ejercicio únicamente después de haber iniciado el tratamiento farmacológico. Sobre todo no se debe olvidar que el beneficio del ejercicio se mantiene mientras la actividad sea constante. Si se abandona, si se vuelve al sedentarismo se verá tristemente regresar a ese enemigo temido. 

Existen dos maneras clásicas para combatir la obesidad: La primera es comer menos manteniendo la misma actividad, o mejor conocida como “ponerse a dieta” y la segunda es aumentar la actividad sin cambiar de alimentación. Ponerse a dieta con el solo objetivo  de perder peso, lo vemos todos los días, no funciona como solución permanente. Si en cambio se combinan, las formas clásicas de pérdida de peso siguiendo un programa de ejercicio y modificaciones en la dieta (modificaciones progresivas, no bruscas) las posibilidades de éxito se incrementan; la salud se vuelve prioritaria. Asociar actividad física con alimentación saludable previene la pérdida de masa corporal carente de grasa (músculo y vísceras) e incrementa la capacidad de liberación y almacenamiento de energía tanto en el músculo como en el tejido adiposo. Así, aunque la actividad física sostenida por si sola pueda proporcionar en el largo plazo los mismos beneficios que una dieta restrictiva, lo que busca el paciente obeso es perder peso más eficientemente y esto sólo lo puede lograr combinando una alimentación correcta con ejercicio. Por esta razón en la prevención y el tratamiento de cualquier enfermedad, la dieta, aunque sana, no podrá nunca substituir por completo al ejercicio ni viceversa. Surge entonces la pregunta ¿qué tipo de ejercicio se prefiere para combatir este recurrente factor de riesgo?. Tanto el ejercicio aeróbico, como el anaeróbico (levantamiento de pesas) asociado con el aeróbico, son recomendables. Cuando una persona con sobrepeso práctica estos dos tipos de ejercicio durante un periodo de dos meses de entrenamiento, su masa corporal carente de grasa aumenta, mientras que la masa grasa disminuye. Además, los perímetros de la cintura y de la cadera así como las presiones sistólica y diastólica disminuyen también. Así mismo, el ejercicio aeróbico (caminar, correr, andar en bicicleta) por si sólo puede dar muy buenos resultados y en el caso de sobrepeso muy importante, es preferible elegir actividades como natación, la cual protegerá a las articulaciones y a los muslos de posibles lesiones. Al nadar, la energía se gasta por el desplazamiento pero también por vencer la resistencia del agua. Por esta razón, para una misma distancia, se gasta cuatro veces más energías nadando que corriendo, Además, si el agua se encuentra a un temperatura inferior a 25 grados centígrados la pérdida de calor del organismo aumenta, pues éste lucha por mantenerse a 37º C. Al seguir un programa combinado (dieta y ejercicio), la ingestión, no deberá ser inferior de 1,800 kcal con el fin de permitir a la persona adaptarse mejor a sus nuevos hábitos de vida. Tampoco hay que olvidar que el ejercicio se puede hacer sin necesidad de ir al gimnasio, a la piscina o de practicar el karate o el ciclismo. La vida diaria está llena de actividades físicas moderadas, que en conjunto permiten obtener los beneficios de salir del sedentarismo. 

tercera parte

Dra. Elizabeth Noriega
Investigadora Titular:
 Departamento de Nutrición Humana.
Centro de Investigación
en Alimentación y Desarrollo, A.C.
Fomento de Nutrición y Salud, A.C.
Cuadernos de Nutrición
5272-6207 / Fax: 5515-1939
cuadernos@fns.org.mx 

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