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Escrito para Fitness por Ana Cecilia Becerril
Las células que participan en las respuestas inmunitarias se organizan para formar tejidos y órganos. El conjunto de ellos se denomina sistema linfoide, y está compuesto por dos grandes grupos de órganos linfoides, los primarios o centrales y los secundarios o periféricos.
Los órganos linfoides primarios son la médula ósea y el timo. En ellos se desarrollan y se diferencian los linfocitos, dando lugar a células maduras a partir de sus precursores, proceso denominado linfopoyesis. En los humanos, la población de linfocitos T madura en el timo y la de linfocitos B en la médula ósea y en el hígado fetal. En estos órganos se adquiere el repertorio de receptores específicos de antígenos.
La médula ósea está formada por islotes de células hematopoyéticas situados en el interior de los huesos. Todas las células del sistema inmune se originan a partir de las células hematopoyéticas primordiales multipotentes de la médula ósea. Durante la edad fetal estas funciones se realizan en el hígado, que abandona esta actividad después del nacimiento.
El timo es una glándula con dos funciones. La primera de ellas confiere inmunocompetencia a los linfocitos T. Dentro del timo, estas células desarrollan la capacidad de diferenciarse, pudiendo reaccionar a antígenos particulares. Esta especificidad celular ocurre precisamente antes del nacimiento y durante los primeros días de vida postnatal.
La segunda función es la endocrina, ya que secreta varias hormonas, entre ellas la timosina, que se piensa estimula a los linfocitos T -una vez que salen del timo- a completar su diferenciación y a volverse inmunológicamente activos.
Los órganos linfoides secundarios son los ganglios linfáticos, el bazo y el tejido linfoide asociado a mucosas. Los ganglios linfáticos presentan dos vías: las de entrada o conductos linfáticos aferentes, venas y arterias postcapilares; y la de salida, que es un conducto linfático eferente.
En los ganglios (presentes en el cuello, axilas, ingle, mediastino y cavidad abdominal) existen tres zonas estructuralmente distinguibles:
- Corteza, en la que existen células B y folículos linfoides. Estos folículos pueden ser primarios (presentan células B vírgenes en reposo) o secundarios (contienen centros germinales con linfocitos B activados tras la aparición de antígenos).
- Paracorteza, muy rica en linfocitos T.
- Médula. En esta zona se encuentran los linfocitos maduros que están listos para salir del ganglio.
En el bazo se realiza el reconocimiento de antígenos. Los linfocitos llegan por la arteria esplénica y capilares arteriales y salen por las venas y vasos linfáticos eferentes. En la pulpa blanca existen folículos linfoides.
El tejido linfoide asociado a mucosas (MALT) es una agrupación no encapsulada, situada en la lámina propia y en áreas submucosas de los tractos gastro-intestinal, respiratorio y génito-urinario.
El sistema inmune por lo general no acepta los tejidos extraños, como los órganos transplantados. Sin embargo, estos problemas han sido superados buscando características similares entre los órganos del receptor y del donante, por medio de un proceso denominado tipificación tisular.
Esta técnica permite la identificación de determinados antígenos específicos comunes al receptor y al donante. Además, actualmente existen medicamentos de tipo inmunosupresor que se administran al receptor de un órgano para suprimir la respuesta de rechazo.
Cómo viajan los linfocitos
En el cuerpo humano existen dos sistemas circulatorios, que son el sanguíneo y el linfático. La sangre llega hasta todos los tejidos a través de arterias, arteriolas y capilares arteriales. La linfa, en cambio, se desplaza a través de los vasos linfáticos, que se dividen en varios tipos, entre ellos, los capilares linfáticos, los más pequeños.
Los vasos linfáticos se reúnen hasta formar los canales linfáticos. Parte del fluido sanguíneo de los tejidos drena y entra en los conductos linfáticos eferentes.
Así, los canales linfáticos forman una red, y cuando confluyen varios de ellos se forman los nódulos linfáticos, a los que llegan varios conductos aferentes (de entrada), y que drenan por un único eferente (de salida). Finalmente, la linfa encuentra el camino, utilizando una gran vena, hacia el llamado ducto torácico, donde se vuelca a la sangre.
Una característica única de los linfocitos es que pueden cruzar el cuerpo a través de la sangre y la linfa. El tráfico de sangre a linfa se denomina recirculación linfocitaria, y tiene lugar cuando los linfocitos abandonan tejidos infectados en dirección hacia los ganglios linfáticos regionales. Allí son activados tras encontrar células presentadoras de antígeno. Una vez en acción, se vuelcan en el ducto torácico hacia la circulación sanguínea, vía conductos linfáticos. Por último, a través de la circulación, vuelven al tejido infectado para ejercer su función.
Según algunos inmunólogos, toda persona desarrolla unas pocas células cancerosas como respuesta a factores como virus, hormonas, radiación y carcinógenos ambientales.
Como el organismo percibe las proteínas de estas células de manera anómala, reacciona como si fueran antígenos y estimula una inmunorrespuesta, destruyendo las células anormales en cualquier lugar del organismo en que se hayan originado, lo que se conoce como vigilancia inmunológica.
Sin embargo, estas respuestas a veces fallan, y las células alteradas pueden ser suficientemente similares en el aspecto antigénico a las normales como para que el sistema inmune las reconozca como extrañas y las ataque. Si estas células se comienzan a dividir con rapidez, pueden dar origen al cáncer.