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El hecho de que una persona pase de la alegría al enojo no necesariamente la determina como bipolar.
Por Redacción Fitness
Un diagnóstico preciso de trastorno bipolar es tardado (entre ocho y 12 años), explicó la Facultad de Medicina de la UNAM en un comunicado.
“Se estima que alrededor del 70 por ciento de los pacientes han sido mal diagnosticados en un inicio, aun cuando hayan tenido contacto con profesionales de la salud mental”, expuso Vargas Huicochea.
Esto porque para identificarlo no existe un examen de laboratorio, el diagnóstico es puramente clínico y se requiere de un interrogatorio detallado, no sólo con el paciente, sino con las personas cercanas, ya que hay síntomas que el enfermo minimiza y triangular la información permite contar con una imagen más clara, expuso la experta.
“Existen varios tipos, los más aceptados son el trastorno bipolar tipo 1, o bipolaridad clásica, con episodios de manía franca, alternados con episodios depresivos y algunos de estabilidad”, se explicó. “Y el trastorno bipolar tipo 2, en el que predominan los episodios depresivos alternados con manía leve, también conocida como hipomanía”.
Pero ojo, cuando la persona se encuentra en esta fase el juicio se debilita y llega a involucrarse en situaciones con consecuencias indeseadas, por eso es importante darle seguimiento.
Algunos síntomas pueden ser:
- Ánimo elevado
- Cierto componente de irritabilidad
- Aumento en la velocidad del pensamiento
- Verborrea (discurso acelerado y difícil de detener)
- Incremento en la actividad intencionada, en el nivel de energía, en los planes, en el involucramiento de actividades con potencial riesgo como gastos excesivos, manejar un vehículo de manera temeraria o contactos sexuales indiscriminados, algunos de ellos de alto riesgo
Esta sintomatología no es tan intensa en las fases de hipomanía de la bipolaridad tipo 2, y la duración usualmente no rebasa los cuatro días.
Las causas y tratamiento
El trastorno bipolar es multifactorial, aunque tiene un componente genético importante.
Está documentado que si un miembro de la familia tiene esta enfermedad u otras condiciones psiquiátricas, los demás integrantes tienen cierta vulnerabilidad, y entre más cercano sea el parentesco, el riesgo es mayor, puntualizó la experta.
“Por ejemplo, si tengo predisposición y me expongo al uso de sustancias como alcohol o drogas, la posibilidad de que la afección se detone es mayor”, subrayó.
Otro tipo de condiciones detonantes son el estrés, eventos impactantes de vida (aún los positivos), malos hábitos de sueño o alimentación y sucesos traumáticos como un accidente o secuestro.
“En los hombres, con frecuencia el primer episodio es de tipo maniaco, y en las mujeres es depresivo”, se explicó. “En ellos hay mayor uso de sustancias e incidencia de síntomas psicóticos durante las crisis, mientras que en ellas es frecuente que el curso de la enfermedad sea influenciado por los ciclos hormonales, por lo cual se debe tener cuidado en etapas como el posparto y climaterio”.
Un aspecto importante es que el riesgo suicida en este trastorno es elevado, debido a que las fases depresivas son muy crudas, intensas y de difícil respuesta, pues no responden tan fácil al tratamiento.
“Un tratamiento bien administrado marca la diferencia, y el de tipo farmacológico es la piedra angular”, indica el reporte. “Se usan medicamentos que estabilizan el estado de ánimo, y en algunas ocasiones antipsicóticos de segunda generación”.
La familia y los amigos tienen un papel sustancial, ya que como parte del tratamiento es necesario brindar psicoeducación al paciente y a la familia, para proveerlos de estrategias que los ayuden a enfrentar la enfermedad de mejor manera y a fomenta la adherencia al tratamiento.