Conoce como los alimentos son procesados por un gran equipo, ¡el aparato digestivo!


Escrito para Fitness por Ana Cecilia Becerril

El proceso digestivo se compone de cuatro fases:

  • la preparación del alimento,
  • su tratamiento,
  • los componentes útiles son ingresados a la sangre y por último
  • lo que no sirve es desechado

El proceso digestivo comprende una etapa de preparación del alimento, que tiene lugar en la boca; otra de tratamiento del alimento mediante una serie de acciones físicas y químicas que se efectúan en el estómago y primera parte del intestino; una tercera en que los componentes útiles y asimilables se separan de los residuos e ingresan en la sangre; y por último la fase en la que esos desechos son excretados del cuerpo.

El tracto o tubo digestivo es un conducto muscular constituido por la boca, faringe, esófago, estómago, intestino delgado, intestino grueso y ano. Su función es descomponer la comida en sustancias que puedan ser absorbidas en la corriente sanguínea para su distribución a las células y eliminar los productos de desecho.

El alimento que se ingiere por la boca necesita ser reducido a partículas pequeñas para que los jugos digestivos actúen con mayor efectividad. Esta función de desmenuzar la comida es realizada por los dientes.

La boca se encuentra rodeada por unos pliegues de la piel, llamados labios. Dentro de la boca se encuentran los dientes cuya función es cortar, trozar y triturar los alimentos (digestión mecánica). En la boca encontramos también la lengua -con gran cantidad de papilas gustativas-, cuya función es la de mezclar los alimentos y facilitar su tránsito hacia el esófago. En la cavidad bucal desembocan las glándulas salivales, que secretan la saliva, cuyas funciones son:

  • Actuar como lubricante.
  • Destruir parte de las bacterias ingeridas con los alimentos.
  • Comenzar la digestión química de los glúcidos mediante una enzima -proteína que acelera un cambio químico- llamada amilasa o ptialina, la cual cataliza el almidón (hidrato de carbono presente en los vegetales) y lo transforma en maltosa, un tipo de azúcar que se produce como consecuencia de esta degradación.

La saliva está formada, en un 95 por ciento por agua, y el 5 por ciento restante por sustancias disueltas en agua, tales como iones sodio, potasio, cloruro, bicarbonato y fosfatos. Posee además una sustancia formada por suero llamada mucus y dos enzimas que son la amilasa salival y la lisozima.

El resultado de la masticación es una masa homogénea denominada bolo alimenticio, que ya ha comenzado su proceso de fermentación. Dicha mezcla atraviesa un grueso tubo -demorando entre cinco y diez segundos-, que es el esófago e ingresa al estómago, donde es agitada y mezclada con el jugo gástrico que secretan unas glándulas situadas en la pared estomacal, y cuya finalidad es romper las grandes moléculas de proteínas y convertirlas en otras más sencillas.

La faringe

La faringe es un tubo musculoso situado en el cuello y revestido de membrana mucosa; conecta la nariz y la boca con la tráquea y el esófago. Por la faringe pasan tanto el aire como los alimentos. En el hombre mide unos trece centímetros, ubicándose delante de la columna vertebral.

Como arranca de la parte posterior de la cavidad nasal, su extremo más alto se llama nasofaringe. La inferior, u orofaringe, ocupa la zona posterior de la boca. Termina en la epiglotis, un pliegue cartilaginoso que impide la entrada de alimentos en la tráquea, pero no obstaculiza su paso al esófago. Para que las vías respiratorias permanezcan cerradas durante la deglución (o acción de tragar), la epiglotis obstruye la glotis para impedir que el alimento se introduzca en el sistema respiratorio.

El esófago

Este conducto muscular se sitúa entre el extremo inferior de la laringofaringe y el superior del estómago. Tiene una longitud que oscila entre los 23 y los 25 centímetros, siendo su principal función la de transportar el alimento hacia el estómago. Está formado por varias capas que desde el exterior hacia el interior son la adventicia, la muscular (con fibras longitudinales y circulares), la submucosa (con tejido conectivo, vasos sanguíneos y glándulas mucosas) y la mucosa, que también contiene este tipo de glándulas.

El alimento avanza por el esófago hacia el estómago mediante un movimiento muscular involuntario denominado peristaltismo, originado en la capa muscular. El peristaltismo -controlado por el sistema nervioso- supone una serie de contracciones y relajaciones del esófago, que en forma de ondas se desplazan hacia abajo y propulsan el bolo alimenticio hacia el estómago. Este proceso se ve facilitado por el moco secretado por las glándulas mucosas.


El estómago

El estómago es un saco hueco y elástico con forma de J, siendo la parte más ancha del tubo digestivo. Su superficie externa es lisa, mientras que la interna presenta numerosos pliegues que favorecen la mezcla de los alimentos con los jugos digestivos.

En este lugar las sustancias alimenticias permanecen almacenadas durante un tiempo antes de pasar al intestino en un estado de digestión avanzado.

En el estómago el alimento permanece entre tres y seis horas. Luego, pasa al intestino, donde se le agregan otros jugos desintegradores procedentes del páncreas y la pared intestinal. A estas alturas del proceso digestivo estamos frente a una masa compleja en la que los elementos iniciales se han convertido en otros más simples. Por ejemplo, las proteínas se han simplificado en aminoácidos, el almidón en glucosa y las grasas en ácidos grasos y glicerina. Estos compuestos más sencillos ya son capaces de atravesar la pared intestinal e incorporarse a la sangre mediante las vellosidades intestinales.

El estómago se encuentra compuesto por una región cardíaca, que limita con el esófago mediante un esfínter llamado cardias; una región media, llamada cuerpo o antro, y una región pilórica que comunica con el intestino a través del esfínter pilórico.

El estómago es musculoso, por lo que gracias a sus contracciones se completa la acción digestiva mecánica. Además, en él se realiza también parte de la digestión química, gracias a la acción del jugo gástrico secretado por las glándulas que existen en sus paredes.

Todo el proceso de digestión dura entre 16 y 24 horas, lo que quiere decir que para que esta operación se realice en forma óptima, la selección de los alimentos que se comen debe ser igualmente óptima.

El estómago se sitúa en la zona superior de la cavidad abdominal, ubicado en su mayor parte a la izquierda de la línea media. La gran cúpula del estómago, llamada fundus, descansa bajo la bóveda izquierda del diafragma. El esófago penetra por la zona superior, o curvatura menor, a poca distancia bajo del fundus. La región inmediata por debajo del fundus se denomina cuerpo.

La porción inferior, o pilórica, se incurva hacia abajo, hacia adelante y hacia la derecha, y está formada por el antro y el conducto pilórico. Este último se continúa con la parte superior del intestino delgado, que es el duodeno.

Los tejidos del estómago incluyen una cubierta externa fibrosa que deriva del peritoneo y, debajo de ésta, una capa de fibras musculares lisas dispuestas en estratos diagonales, longitudinales y circulares. En la unión del esófago y el estómago, la capa muscular circular está mucho más desarrollada y forma un esfínter, el cardias. La contracción de este músculo impide el paso de contenido esofágico hacia el estómago y la regurgitación del contenido gástrico hacia el esófago. En la unión del píloro y el duodeno existe una estructura similar, el esfínter pilórico.

La submucosa es otra capa del estómago, formada por tejido conjuntivo laxo, en el cual se encuentran numerosos vasos sanguíneos, linfáticos y terminaciones nerviosas del sistema nervioso vegetativo. La capa más interna, la mucosa, contiene células secretoras, algunas de las cuales producen ácido clorhídrico, que no solo neutraliza la reacción alcalina de la saliva, sino que proporciona un carácter ácido al contenido gástrico y activa los jugos digestivos del estómago.

Las enzimas que se encuentran en el jugo gástrico son la pepsina, que en presencia de ácido fragmenta las proteínas en peptonas; la renina, que coagula la leche, y la lipasa, que rompe las grasas en ácidos grasos y glicerol. Un tercer tipo de células producen mucosidades para proteger al estómago de sus propias secreciones. Cuando un trastorno psicosomático o patológico impide la secreción adecuada de mucosidad, la mucosa gástrica se erosiona y se forma una úlcera.

La penetración en el estómago de productos alimenticios digeridos en parte, estimula la secreción de jugo gástrico. Los alimentos inducen la formación -en el extremo pilórico del estómago- de una hormona llamada gastrina, que cuando se absorbe estimula las glándulas secretoras. Este estímulo también se puede presentar por la simple visión u olor de la comida, lo que se denomina estimulación refleja o cefálica.

La porción cardíaca del estómago almacena la comida ingerida y las ondas de contracción -que pueden ocurrir a una frecuencia de tres por minuto- maceran y mezclan por completo el alimento con el jugo gástrico.

El alimento pasa periódicamente desde el estómago hacia el duodeno, proceso generado por la contracción de los músculos de la pared del estómago. Estos músculos están inervados por el nervio vago, que estimula la contracción de la musculatura gástrica y permite la apertura del esfínter situado entre el estómago y el duodeno, llamado píloro.


Intestino delgado

Situado en la cavidad abdominal, el intestino delgado es un tubo alargado y hueco con paredes más delgadas que las del estómago. Mide entre siete y nueve metros de largo, plegado varias veces. Se divide en tres partes: duodeno, o parte más cercana al estómago; yeyuno, o porción media; e íleon, tramo final.

Al igual que el estómago, el intestino delgado tiene músculos que, al moverse, hacen que los alimentos vayan avanzando. La pared interior del intestino delgado no es lisa, sino que presenta una gran cantidad de vellosidades intestinales, las que están irrigadas internamente por pequeños vasos sanguíneos.

El páncreas produce el jugo pancreático, y el hígado, la bilis. Estos dos jugos son vertidos al intestino delgado. La bilis ayuda a disolver las grasas, lo que facilita su asimilación. Mientras, el jugo pancreático completa la digestión de las proteínas y los azúcares, proceso que comenzó en el estómago, junto al jugo intestinal producido por las paredes del intestino delgado. Una vez digeridos los alimentos, sus componentes deben pasar a la sangre para ser distribuidos a todos los órganos del cuerpo. Cuando las enzimas digestivas han disociado las grandes moléculas de proteínas, polisacáridos, ácidos nucleicos y lípidos en unidades constituyentes, los productos son absorbidos por la pared del intestino, especialmente del delgado. Pequeñas fracciones en forma de dedo, llamadas vellosidades intestinales, cubren toda la superficie de la mucosa intestinal, cada una de las cuales contiene una red de capilares sanguíneos y un capilar linfático en su centro, al cual son transferidos los nutrientes. La mucosa del intestino delgado también secreta la hormona secretina, que estimula al páncreas para producir las enzimas digestivas.


El colon o intestino grueso

Una vez que han sido absorbidos los nutrientes, las materias restantes pasan del intestino delgado al grueso, dispuesto en el abdomen en forma de U invertida, de mayor diámetro y paredes mas gruesas que los segmentos anteriores.

El intestino grueso desemboca en el colon. A poca distancia de la terminación del intestino se encuentra un área denominada ciego de cuyo extremo sobresale una porción del tamaño de un dedo meñique, llamada apéndice. Desde la unión de los dos segmentos del intestino, el colon ascendente, como su nombre lo indica, se extiende en dirección vertical por el lado derecho del abdomen hasta llegar a nivel del hígado. En ese lugar cambia de dirección en ángulo recto y se denomina colon transverso, el que cruza la cavidad abdominal por debajo del hígado y estómago. Ya a la izquierda del abdomen, vuelve a doblarse en ángulo recto y a tomar dirección descendente (colon descendente) hasta llegar al recto.

El colon elimina productos digestivos de desecho, que el cuerpo excreta como heces por el recto y ano. Cuando la comida llega al colon, ya se han absorbido los nutrientes esenciales para las funciones del cuerpo.

La función principal del colon es convertir en heces el líquido del intestino delgado, llamado quimo. Los millones de bacterias del colon producen vitaminas K y B, así como los gases de hidrogeno, anhídrido carbónico, sulfuro de hidrógeno y metano. El recubrimiento del colon secreta mucus para lubricar el interior del intestino y facilitar el paso de las heces. Pero además crea anticuerpos que protegen el sistema contra posibles enfermedades, y corresponden a la inmunoglobulina A secretora.

El sodio, el cloruro y el agua son absorbidos a través del recubrimiento del colon y pasan a la circulación, de modo que las heces se hacen más secas.

En el tracto intestinal viven miles de millones de bacterias, que si se mantienen en esta parte del cuerpo son totalmente inofensivas para el individuo. Estos microorganismos se alimentan de la fibra no digerida de la materia fecal y ayudan a reducir así la cantidad de heces que se producen.

Aunque las materias que llegan al colon han perdido mucha parte de sus componentes, el conjunto todavía es líquido. Cierta cantidad de agua es absorbida en el intestino delgado, aproximadamente la equivalente a la aportada por la bilis y el jugo pancreático. La principal función del colon es absorber agua y reducir los desechos a consistencia semisólida. En el colon se producen también movimientos peristálticos, aunque de frecuencia más lenta. Cada cierto tiempo, los movimientos peristálticos más enérgicos impelen las materias hacia el recto, siendo más frecuentes después de haber comido, debido a un mecanismo reflejo por el cual la contracción del estómago estimula el vaciamiento del colon.

La defecación en parte es voluntaria, debido a la contracción de los músculos de la pared abdominal, del diafragma y a la relajación del esfínter externo del ano, y en parte involuntaria, dependiente de la relajación del esfínter interno del ano y de la contracción del intestino grueso y el recto, que impulsan las heces hacia el ano. La distensión del recto y el estímulo resultante de los nervios de sus paredes es lo que despierta el deseo de defecar.

Recto y ano

El recto forma parte del intestino grueso y está situado a continuación del mismo. Su forma es cilíndrica, excepto en su parte inferior, llamada ampolla. La parte terminal del intestino o recto mide unos 15 centímetros de longitud y debe este nombre a su forma casi recta.

La salida del recto se llama ano. Posee una longitud de trece centímetros y está cerrada por un músculo que lo rodea, el esfínter anal. En su interior presenta dos especies de válvulas (válvulas de Houston), una de las cuales (válvula de Kohlrausch) es bastante visible en el lado derecho. En su parte inferior hay una serie de repliegues curvilíneos, denominadas válvulas semilunares de Morgagni, separadas entre sí por las columnas del mismo nombre.

Por debajo del recto está el canal anal, de unos cuatro centímetros de longitud, revestido de crestas verticales llamadas columnas anales. En las paredes del canal anal hay dos fuertes hojas planas de músculos, llamados esfínter interno y externo, que actúan como válvulas y que se relajan durante la defecación.

Scroll to top